El alumno que ha atravesado los siete pasajes de Shambhala, tras haber combatido a través de los siete días de la transfiguración, llega al corazón del Gobi, el foco central de la Fraternidad Universal, donde es recibido como el hijo pródigo que vuelve a la morada de su padre. Estos territorios santos, situados en medio de la soledad de las inmensas estepas de arena, es llamada también la Isla de Isis, y consideramos una gracia y un privilegio poder hablarle algo sobre este lugar bendito.
Para poder comprender perfectamente las condiciones y propiedades de Isis, tenemos que regresar a la aurora de la manifestación humana, cuando todo era aún perfecto y la humanidad entera vivía aún en el Aliento del Altísimo.
En esa época, la creación entera expresaba íntegramente la voluntad divina y todo lo manifestado estaba como "en la mano de Dios".
La situación cosmológica era tal, que el séptuple planeta terrestre reaccionaba entera y absolutamente a las influencias del campo espiritual magnético que rodeaba a la tierra santa. Entre estos campos planetarios o campos de vida y el campo magnético espiritual, se manifestaba, en toda su belleza, el campo de radiación del planeta terrestre, en el que todas las concentraciones de fuerzas, extraídas del centro de la Tierra por el campo espiritual magnético, brillaban como estrellas. Este maravilloso sistema de naturaleza triple: campo espiritual, campo vital y campo de radiación, era una joya en el espacio universal, un sonido armonioso en la sinfonía del Universo.
Pero como usted sabe, esta armonía fue destruida y el séptuple planeta sufrió un profundo oscurecimiento por el pecado de sus hijos. Millones de entidades humanas se desarrollaron a lo largo de una línea degenerativa. Estas entidades fueron agrupadas en una parte del planeta y avanzaron hacia un futuro mísero de sufrimiento, sangre y lágrimas, donde deberían comer el pan "con el sudor de su frente".
No obstante, una parte de las mónadas no cayó, permaneciendo en "correcto" contacto con la fuente eterna de la luz. Esta parte de las mónadas fue llamada "el Último Vestigio". Este Último Vestigio vive ahora en la Isla de Isis, lo que quiere decir que un cierto número de entidades se agrupó, formando la Orden de Melquisedek, la Fraternidad de Shambhala, la cual ha conservado una parte del maravilloso planeta terrestre original en su perfección de antaño. Esta parte de la Tierra puede ser llamada con pleno derecho "la Tierra Santa". Pero es un país muy pequeño, un oasis en medio del desierto, una isla en medio de un océano de instintos demoníacos.
En la naturaleza dialéctica, la oscuridad hace valer a la luz en el cambio del día y la noche y el mal al bien, sin que nunca uno se libere del otro. Frente a esto existe la Isla de Isis, el Último Vestigio del cosmos terrestre original, el cual también se manifiesta en todo el mundo. Isis es la Luz Divina que irradia ininterrumpidamente en este mundo sombrío, sobre lo bueno y lo malo de esta naturaleza. Isis es la personificación del santo planeta Tierra, Isis es la verdadera madre del mundo. Todo el que viene de ella, todo el que regresa a ella, es verdaderamente un hijo de la luz.
Usted puede concebir que la Fraternidad Universal no viene hacia nosotros con abstracciones, con una metafísica vaporosa y sin fundamento, o especulando sobre la esfera reflectora u otro mundo lejano, sino que se hace valer como realidad aquí, en la esfera química del mundo material. El orden del mundo original existe, se ha conservado intacto para nosotros, y podemos tomar parte en él, siempre y cuando queramos regresar a su justicia.
Así llegamos a la conclusión de que Isis es la naturaleza original que ha sido conservada para nosotros. No es la naturaleza que nos da el pan después de haberlo arrancado de su suelo con duro trabajo, sino la naturaleza de la vida original, la naturaleza que es de Dios. Esta naturaleza se manifiesta como el Último Vestigio en el corazón del Gobi, en la Isla de Isis. Y repetimos que, para tomar parte en esa existencia esencial, no necesitamos viajar hasta el Gobi. En tanto que alumnos de la verdadera enseñanza espiritual nos basta con atravesar, por la Transfiguración, los siete pasajes secretos de Shambhala y así ser admitidos en el Corpus Christi. Al igual que una entidad divina tiene conciencia de su omnipresencia, también un peregrino, inflamado de nuevo en Dios, penetra en la Isla de Isis por la conciencia de su omnipresencia.
Y ahora queremos hablarle de esta entrada, de la conciencia omnipresente y de los poderes del hombre nuevo.
Le hemos informado abundantemente sobre el camino; le hemos hablado de la verdad como mejor pudimos. Ahora quisiéramos informarle sobre la vida en la Fraternidad. Probablemente esta vida le atraerá más que todo lo anterior, siempre y cuando tenga ojos para ver y oídos para oír.
En el campo vital de la Fraternidad ‑que por lo tanto se encuentra aquí‑ existe una perfecta armonía entre el campo espiritual magnético y el campo vital químico elemental, de lo que resulta un campo de radiación que sirve de mediador entre los dos campos citados.
Usted comprenderá que todos los que viven en Shambhala y son de Shambhala también realizan esto microcósmicamente. Su campo espiritual es semejante a su campo personal, y su campo de acción radiante es el resultado de ello. La antigua sabiduría llama a esta triple coherencia divina "el agente mágico", y la entidad que puede disponer de este agente mágico, dispone literalmente de plenos poderes en el cielo y en la tierra. Dicha entidad vive y está en el seno de Isis. Este iniciado ‑si se nos permite usar esta antigua apelación‑ dispone en su agente mágico de doce fuerzas.
Estas doce fuerzas se encuentran en su campo de radiación. Son los cuatro éteres sagrados, la fuerza astral sagrada y la fuerza mental sagrada, cada uno de ellos provisto de sus polos positivo y negativo, con sus radiaciones centrífugas y centrípetas. Estas doce fuerzas forman una luz intensa y radiante, y son designadas bajo el nombre de "cielo" o "Cristo".
El iniciado que sabe manejar estas doce fuerzas, con las que está unido microcósmicamente, encuentra literalmente a Cristo en las nubes de su cielo microcósmico.
Los cuatro u ocho éteres forman los materiales de construcción universales, las dos fuerzas astrales forman el poder dinámico, con cuya ayuda pueden manejar los materiales de construcción, y las dos fuerzas mentales construyen el plan del maestro de obras de acuerdo con el Arquitecto Supremo.
Cuando la Biblia habla sobre "el cielo" o "entrar en el cielo" se refiere al verdadero bienaventurado que dispone de este agente mágico, de las verdaderas fuerzas divinas. "Entrar en ese cielo" es algo completamente diferente a entrar en una esfera reflectora, tras el abandono del cuerpo material.
Horus es engendrado por la unión de Osiris e Isis; el niño Jesús es concebido por la unión del Espíritu Santo y María, y tanto Horus como Jesús son denominaciones místicas del Hijo de la Luz, quien recibe plenos poderes sobre las doce fuerzas de su campo de radiación gracias a la armonía establecida entre el campo espiritual magnético y el campo vital. Por esto es lógico que el Señor de toda Vida tenga igualmente doce discípulos, doce fieles a su alrededor. Con estos doce, alrededor del Uno, Dios se manifiesta en la carne, al margen de todo pecado; ha nacido Jesucristo y nos dice: "Sed mis imitadores".
Si una entidad emplea erróneamente estas doce fuerzas de su campo de radiación, es decir, sin armonía con la voluntad divina, las fuerzas de su cielo se apagan y su personalidad se corrompe por su separación del campo magnético espiritual.
Las doce fuerzas en el cielo microcósmico están simbolizadas frecuentemente por el agua o el agua viva. Una entidad que emplea estas fuerzas de forma errónea, especulativa y experimental, desencadena una catástrofe. La Biblia y otros libros sagrados describen simbólicamente estas catástrofes. Recuerde los días de Noé, cuando llovió durante cuarenta días y cuarenta noches y todo pereció bajo las aguas.
Por otra parte, estas doce fuerzas son diferenciadas simbólicamente bajo la denominación de agua y de fuego. El agua designa especialmente las fuerzas etéricas y el fuego las fuerzas astrales. Si su tierra se consume por el fuego, son sus deseos los que le convierten en víctima. Si la catástrofe se manifiesta por el agua, usted ha pecado con relación a la manifestación de la forma de las cosas.
Regresar a la Isla de Isis significa que el candidato recibe de nuevo poder sobre estas doce fuerzas por ser un resucitado en Jesucristo. En la Madre de la Gracia, el alumno ha regresado a la raíz de la naturaleza, y ésta revela de nuevo a su hijo los tesoros originales de la vida. Tal vez podemos hacernos una débil idea de este espíritu de luz en sus maravillosos poderes radiantes. Si podemos imaginarlo, entonces podremos comprender que la realización de este agente mágico es algo muy distinto a lo que nos presentan las costumbres metafísicas y esotéricas de nuestros días.
No obstante, estas simples y sobrias aproximaciones a la verdadera vida no bastan para ayudarnos en nuestro estado caído. Existe un camino entre nosotros y la verdadera vida en el Gobi. Existe una verdad que irradia de esa realidad vital, pero actualmente la vida misma de esta Fraternidad consagrada a Dios viene hacia nosotros. La Radiación Crística del campo de radiación original viene hacia ustedes como una emanación salvadora en la persona de Jesús y sus servidores. El cielo ‑en el sentido que le hemos dado ahora‑ se inclina hacia la tierra y hacia la humanidad para motivarla a entrar en la Isla de Isis, siempre que lo deseemos. La Fraternidad de Shambhala viene hacia nosotros en la corporeidad de sus Mensajeros. Cuando vienen hacia nosotros, su venida es anunciada y se dice de ellos que "se unen a nosotros, pero libres de pecado". Esta característica es suficiente para los que pueden comprender en el espíritu. Y cuando vienen hacia nosotros, nacen en un establo, en un gran caos, en un desorden fundamental. Y así intentan alcanzarnos estando en el mismo plano horizontal que nosotros. Y cuando reaccionamos con una búsqueda espontánea, es llamado el primer discípulo, lo que quiere decir que algo del primer poder divino es ofrecido al hombre bajo la forma de pan celeste. Y así sucede, paso a paso, hasta que las doce fuerzas hayan dado algo de su poder original, con un amor infinito por sus hermanos y hermanas caídos.
Simbólicamente se representa que uno de los doce debe traicionar a la sustancia original dodécuple y a su divino Mensajero, lo que quiere decir que se demuestra claramente a cada alumno que es absolutamente imposible convertir en realidad dialéctica la más mínima parte de los doce panes y de los doce peces. Las doce fuerzas no pueden establecerse definitivamente en el tiempo. Por esto el traidor es vencido y recibe su parte.
¿Qué ocurrirá ahora? El Señor de toda Vida viene hacia nosotros y nos revela el Camino, después de que las doce fuerzas han sido irradiadas. Este camino es la cruz. El recorre este camino y resucita en Shambhala. Las doce fuerzas permanecen atrás como testigos, para aportar el evangelio de la liberación a todas las criaturas.
Cuando un ser humano es tocado y llamado por uno de los doce rayos, entonces es conducido a la cruz y se le muestra cómo debe recorrer este camino de cruz, de Transfiguración. En la intersección de los dos caminos, perfectamente en el corazón, en ese punto crucial, el alumno debe irrumpir, debe abrirse paso de lo horizontal a lo vertical, alejándose así de esta naturaleza. En este corazón está Isis, la Madre de todos nosotros, la Madre de la Vida, la Rosa. Allí la Cruz se convierte en Rosacruz.
La Madre de la Gracia es representada a veces por un Loto y a veces por una Rosa. El alumno que encuentra la Rosa en su camino de cruz es bienaventurado, ya que cuando conquista la Rosa, se ha vuelto fuerte y ya no puede fracasar. Ha vuelto al seno de Isis y saluda a la aurora del triunfo.
En el Atrio de la Rosacruz usted ve un sencillo y sobrio símbolo de la Rosacruz. Se puede decir de este símbolo que proyecta el Camino, la Verdad y la Vida. Este es otro aspecto que seguramente no había advertido hasta ahora. Probablemente usted ve ahora mejor que nunca que la Rosacruz es el símbolo del hombre liberado, que ha dejado atrás las horas de agonía de su muerte según la naturaleza.
Tenga muy en cuenta que la Escuela de la Rosacruz es una comunidad que no se ocupa de metafísica ni de especulaciones esotéricas, sino que forma francmasones, constructores libres que siguen las huellas del Maestro de todos nosotros: Jesús el Cristo.
El, el Sublime, es todo para nosotros.
El es el Hijo de la Madre del Mundo,
y el Hijo del Altísimo.
Jan van Rijckenborgh
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