En el capítulo precedente se habló de los dos rayos de actividad que parten de la Fraternidad de Shambhala: la actividad de los hierofantes de la línea femenina y la actividad de los hierofantes de la línea masculina.
El primer grupo es llamado en el lenguaje universal las Hijas (o las Mujeres) de la Tierra Santa, y el segundo los Hijos de la Voluntad y del Yoga.
También le dijimos que los hierofantes de la línea femenina operan con la fuerza astral, mientras que los hierofantes de la línea masculina operan con la fuerza espinal, encontrándose y concretándose ambos en las diversas actividades etéricas. Nuestra intención es estudiar ahora especialmente el radio de acción de los Hijos de la Voluntad y del Yoga, para terminar la serie de capítulos sobre la Fraternidad del Gobi.
Si hacemos un recorrido rápido para orientarnos en la literatura mundial de los mitos, leyendas, símbolos y escrituras sagradas, vemos que en lo concerniente a la Fraternidad de Shambhala se habla de un hijo, de tres hijos, de siete hijos, de ocho hijos y de doce hijos.
A primera vista, esto se podría atribuir a una libertad romántica de los autores de estas historias y narraciones, pero hay en efecto una diferencia bastante grande en el hecho de representar en su panteón religioso al hijo único de Dios de la ortodoxia cristiana o a una diversidad de hijos divinos.
No obstante, si nosotros penetramos más profundamente en la realidad y en el fondo de estas cosas, descubriremos que los autores de que hablamos tenían su mirada fija en la misma verdad eterna e imperecedera.
Tenga en cuenta, una vez más, que la fuerza astral penetra particularmente en el sistema nervioso simpático, influyendo especialmente en la sangre y los órganos que la producen. En toda esta circulación de fuerzas, el corazón, el hígado y el plexo solar tienen un papel determinante. El fluido astral planetario penetra en el sistema simpático o es atraído por él en concordancia con el estado de la sangre y la calidad del fluido nervioso en este sistema simpático.
El fluido espinal, sustancia cósmica de composición más fina y de frecuencia más elevada que el fluido astral, corresponde en la personalidad con el sistema nervioso cerebro‑espinal, el cual, en muchos aspectos, puede ser controlado por la voluntad y en el que se expresan los pensamientos y la conciencia humana.
Lo que precede le permitirá comprender sin duda con más claridad las relaciones de actividad que existen entre la personalidad dialéctica y las dos fuerzas cósmicas.
La conciencia espinal, centrada en el santuario de la cabeza, atrae los fluidos espinales cósmicos con los que la conciencia o alma llega a tomar consideraciones mentales y volitivas. Como consecuencia de esta actividad se produce una tensión en la sangre y en el fluido del sistema simpático, la cual tiene por consecuencia la atracción del fluido astral cósmico. Este fluido astral, esta fuerza eléctrica, es a su vez determinante en la asimilación de los éteres, de sus calidades y relaciones mutuas. Y después de la asimilación, todo el sistema debe pasar al acto y manifestarse sobre la base del pensamiento inicial.
El simbolismo sagrado de todos los tiempos representa a este doble sistema nervioso, en su relación mutua, por un árbol; la Biblia lo representa especialmente por una higuera.
Este símbolo es muy lógico, ya que si comparamos la columna de fuego espiritual espinal que sube del plexo sacro con el tronco, el santuario de la cabeza sería la copa del árbol y los doce pares de nervios cerebrales que, partiendo de la cabeza, descienden por todo el cuerpo, serían las ramas.
Cuando se habla del árbol de la vida se sobreentiende que se trata de la actividad original, ideal y pura de este sistema de vida. Cuando se habla del árbol del conocimiento del bien y del mal, se trata de la actividad deteriorada e impura de este sistema de vida.
Todas estas cosas pueden ser estudiadas y razonadas hasta en sus mínimos detalles a la luz de la ciencia de la transfiguración. Si la conciencia espinal especula con fuerzas mentales y volitivas, se produce fatalmente una perturbación en la asimilación del fluido planetario. Un niño podría entenderlo.
El fluido astral, extremadamente dinámico y explosivo, ocasiona, además de actividades impuras, una fermentación y una alteración en la sangre, y como consecuencia ‑y esto cierra la cadena‑ un oscurecimiento de las facultades de la conciencia. Si se ha llegado a este oscurecimiento de la conciencia, se vuelve un hecho irrevocable el descenso hacia un plano inferior, que lleva a una perturbación mayor y hacia una degeneración definitiva de toda la personalidad.
Ahora comprendemos mejor el encadenamiento a la rueda de la vida y de la muerte, la animalización y la división sin fin de la conciencia humana, el gluten indeseable en la sangre del que habla Karl von Eckartshausen. Si usted vive en la luz y ocasiona la oscuridad por una falta accidental, en ese mismo instante usted tiene conocimiento del bien y del mal.
Si continúa en el camino del pecado y de la degeneración de sus facultades originales divinas, entonces pierde el recuerdo de la luz absoluta y del bien absoluto; la oscuridad y el mal devienen estados de vida constantes para usted y para la humanidad, y cuando en una situación semejante usted habla del bien y del mal como valores opuestos, en realidad está usted fuera de juicio, ya que entonces quiere ser bueno en el mal. La Biblia afirma muy justamente que desde el momento en que la humanidad cayó, nada ni nadie es bueno. La vida que vivimos se convierte en un juego siniestro.
A una parte de nuestra oscura noche la llamamos el bien y a la otra el mal, elaborando así las normas del bien y del mal. Y como un niño que construye castillos en la arena con murallas inalcanzables y puebla estas construcciones con vida irreal, de igual forma nos reservamos en nuestras cárceles lugares privilegiados llamados "iglesias". Nos sugestionamos que estas iglesias son la iglesia de Cristo y jugamos así a la vida liberadora, tan seriamente como vive un niño en su imaginación.
Cada especulación, ya sea metafísica, filosófica, científica, política, social o económica que no ataca las causas fundamentales de nuestra existencia prisionera en este mundo tenebroso, vuelve las tinieblas más profundas todavía y aplaza la aurora de una nueva vida a un futuro lejano.
Así es como una iglesia se convierte en una prisión, un descubrimiento se convierte en una catástrofe, una reforma social se convierte en una rueda de molino al cuello y la vida en un infierno cada vez más intenso.
Y así se colocan los dos árboles del paraíso mítico ante usted y en usted: el árbol de la vida y el árbol del conocimiento.
El hombre ha hecho de la higuera sagrada un vegetal impío, y el mito clásico es tan profundamente verdadero, que la Biblia se despliega aquí con toda claridad. Observe la serpiente: cuelga y vive en la higuera. Esta serpiente es el alma, la conciencia que vive en la energía espinal. Comprendemos claramente por qué se simboliza con una serpiente, ya que el sistema espinal puede ser comparado orgánicamente con una serpiente.
Cuando Jesús el Señor dice a sus discípulos: Sed sabios como las serpientes, se refiere al lazo original puro y santo que se encontraba antaño entre la energía espinal y la vida divina; se trata de la sabiduría divina que estaba íntimamente unida a la energía espinal. Pero la serpiente original de los sublimes misterios se ha vuelto un reptil inmundo y su largo cuerpo se desliza y se contorsiona en la materia, contaminando a todas las criaturas con su veneno.
Así podemos comprender por qué la Biblia dice por un lado a los alumnos: sed sabios como las serpientes, mientras que por otro lado la serpiente representa lo más abyecto.
También comprendemos por qué se habla del dragón con siete cabezas que se eleva del flujo de las aguas, así como de la Hydra de muchas cabezas. Ya que, efectivamente, la serpiente espinal tiene siete cabezas: son las siete cavidades cerebrales de las que le hemos hablado con mucha frecuencia, estrecha y orgánicamente unidas al conjunto del sistema espinal. Las siete luces que arden en las siete cavidades del cerebro son las siete cabezas de la serpiente o del dragón, los siete ojos de los cuentos, y los siete pasajes de Shambhala.
El velo que oculta a nuestros ojos la intervención divina de la salvación se retira como el telón de un escenario. Vemos así el maravilloso y sublime trabajo de la Fraternidad Universal y sus intentos para erigir y transfigurar al hombre caído y a su personalidad depravada. El árbol de la vida, la higuera humana original debe ser erigida; debemos regresar al paraíso en nosotros.
Y ahora comprendemos la misión aceptada libremente por los Hijos de la Voluntad y del Yoga; comprendemos también por qué su manifestación es séptuple. Los siete aspectos de la voluntad y del yoga según la naturaleza, que arden como siete candelabros en las siete cavidades del cerebro, deben ser apagados; la cabeza de la antigua serpiente impura, la séptuple cabeza del monstruo, debe ser aplastada para que el Yoga divino, la sabiduría divina pueda penetrar y para que la Voluntad divina, reinando como sumo sacerdote en el sistema espinal, pueda aportar la Transfiguración.
Entonces las siete luces nuevas son encendidas, y el alumno las tiene como en su mano derecha. Y los doce pares de nervios cerebrales, como ramas del árbol de la vida, son estimulados para la vida nueva. El nuevo fluido vivificante penetra en los tres santuarios; del plexo sacro corre el agua viva al mar de cristal a través de las ocho puertas del santuario, y de ahora en adelante nada le hará estallar en pedazos.
Los 33 aspectos de la Voluntad y del Yoga, los 33 segmentos del sistema espinal, se enderezan como una serpiente llena de sabiduría. Y la serpiente que antes pronunció la palabra de la muerte habla ahora un lenguaje lleno de belleza, de sabiduría y de amor.
El hijo de Hiram, el arquitecto divino, se ha vuelto un rey recién nacido, deviene el hijo único de Dios, el hijo de las serpientes y de los leones. El árbol de la vida se eleva de nuevo como una columna en el templo de Dios.
Esperamos y rogamos que usted pueda comprender la verdadera vida, para la cual es llamado su verdadero ser superior, y que comprenda la mano que le es ofrecida por medio de la Escuela Espiritual. Esperamos que usted emprenda con nosotros el viaje a través del desierto hacia el Corazón del Gobi.
La Escuela moderna de la Rosacruz no es un instituto para la propagación de una enseñanza de la sabiduría, sino un miembro vivo de la Fraternidad Universal.
El Atrio del Templo es la entrada a la sala nupcial, y nuestra misión es llenarla con invitados y llamados, con hermanos y hermanas a quienes se les pueda decir: ¡Id al encuentro del Esposo!
Todos los que entren en la sala nupcial deben llevar la señal en la frente, la señal del Hijo del Hombre, la característica del verdadero francmasón, del verdadero constructor, la señal de la verdadera filiación.
La señal aparece en la frente, dice la Biblia. Esto tiene su exactitud científica. En efecto, todos los que comienzan a recorrer verdaderamente este camino de la transfiguración, siguiendo las exigencias elementales de la Escuela Espiritual, con amor, entrega total e irradiando entusiasmo, experimentan un cambio en su sistema espinal, después de una preparación, gracias a lo cual, los siete Hijos, los siete Rayos de la Voluntad y del Yoga, pueden penetrar en su sistema espinal.
Y usted comprenderá que este cambio se advertirá en el santuario de la cabeza y se demostrará muy especialmente en toda la expresión del espejo de la cara.
Esta es la primera característica, la primera Señal del Hijo del Hombre, señal indispensable para el acceso a la escuela de la conciencia superior, para los participantes en la verdadera construcción. Todos los que entran sin esta señal, son desenmascarados en un momento dado. Toda impostura es corregida infaliblemente.
Comprenda bien la esencia de esta impostura, ya que en este sentido quien ve y conoce el camino, pero no lo recorre es un impostor, tal como lo expresa la Epístola de Santiago de quien cree pero no realiza las obras de la fe. Es un completo impostor quien, reconociendo perfectamente la Enseñanza de la Escuela Espiritual como verdad, se apega a la vida antigua, sea de la forma que sea.
Se trata de saber si usted va a cambiar su higuera del bien y del mal por el árbol de la vida. Si usted se encuentra en este proceso, es usted un justificado, un maestro constructor. Si se queda a las puertas de este proceso, entonces es un impostor.
En la Biblia, un judío no es siempre un israelita en el sentido de la nacionalidad, sino un hijo de los leones, un hijo de Dios, un hijo de Dios llamado. Y ahora puede imaginarse a tal persona ante el proceso, y por ello un impostor, y a tal persona en el proceso, y por ello un justificado.
Si ahora piensa, a la luz de todo esto, en la narración del Evangelio de Juan, entonces comprenderá perfectamente lo que el Evangelista quiere decir:
Cuando Jesús vio a Natanael que se le acercaba, dijo de él: He aquí un verdadero judío, en quien no hay engaño. Le dijo Natanael: ¿De dónde me conoces? Respondió Jesús y le dijo: Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi. Respondió Natanael y le dijo: Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de los judíos.
Natanael es el alumno que ha comenzado el proceso de la transfiguración y lleva la señal indeleble. No hay en él impostura, sino una nueva conciencia que le permite reconocer la mano tendida de la Fraternidad Universal.
Mientras usted se encuentre en la esencia de la impostura, entonces no tiene conciencia y rechaza a todo el que viene hacia usted para ayudarle con un amor inconmensurable.
Esperamos y rogamos que usted se encuentre pronto bajo la higuera y que se le pueda llamar hijo de la serpiente siete veces coronado.
¡Oh Dios surgido de Dios, de quién y por quién son todas las cosas! ¡Nosotros alabamos y glorificamos Tu Nombre por toda la Eternidad!
Jan van Rijckenborgh
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