verá con claridad ahora que, desde el primer segundo de la caída de la humanidad, la Fraternidad Universal acompañó al hombre caído para socorrerle en los lugares de su exilio y ayudarle en cada uno de sus intentos sinceros y espontáneos para encontrar el recto camino.
La Fraternidad no mantiene solamente una unión abstracta con los seres humanos sensibles a ella, sino que sus contactos y declaraciones también son muy concretos y toman cuerpo en la vida química elemental, para evitar cualquier ensombrecimiento de la esfera reflectora.
Al mismo tiempo debemos comprender que la ayuda de la Fraternidad a sus hermanos y hermanas caídos no se limita exclusivamente a ayudar a los hombres, sino que se extiende como consecuencia natural al campo de vida en el que éstos yerran. Un hombre que quiere ser puro no puede permanecer, a la larga, en una casa descuidada y sucia. Por ello, en una realidad de vida dialéctica, si la Fraternidad Universal no interviniese, en un tiempo relativamente corto no existiría ninguna posibilidad de regeneración.
Esta orden sublime ha creado por ello un vacío, y lo mantiene en nuestro mundo de horror y de muerte como un enclave químico‑elemental que sirve de pasaje para ascender hacia la Luz Original. Si es cierto que se nos tiende una mano salvadora, a nosotros que estamos en la necesidad, esta ayuda debe estar presente aquí mismo, y debemos poder obtenerla como base racional y moral de salvación.
Existe una piedra angular imperecedera e inquebrantable, y si alguien denomina a esta piedra angular "Cristo", esto es absolutamente correcto, con tal de que dicha persona esté desligada por completo de todo dogmatismo y misticismo teológicos, ya que por estos dos pilares de la puerta teológica ya han pasado multitud de seres humanos en el camino de la separación total de Dios. Esta puerta teológica ha producido un perjuicio casi irreparable a millones de seres.
Por ello, la Rosacruz moderna le habla del Gobi como núcleo central del contacto universal de la Fraternidad de los Elohim, y de la verdadera Tierra Santa, del Ultimo Vestigio, apelaciones veladas que designan a seres sublimes que irradian la luz, la radiación y la vibración de Cristo sobre el mundo y sobre todos los que, en lo más profundo de su miseria, tienen necesidad de ayuda y la merecen.
Todo esto puede ser resumido como sigue: aquí, en este mundo de sangre y de lágrimas, se conserva para nosotros la vida original, la naturaleza original, como un Reino Santo, como el primer escalón de una escalera que lleva a la vida verdadera. Este vacío, geográficamente localizado, y la Fraternidad que lo guarda, son llamados el Ultimo Vestigio.
Muchos de los que lean esto se quedarán asombrados, otros moverán los hombros con indiferencia. No obstante, le aseguramos que hay alumnos en la Rosacruz moderna que han encontrado esta Isla de los Elohim o que están en camino hacia este Caphar Salama. Y le decimos también que las Sagradas Escrituras hablan de ella y dan todo tipo de información a los peregrinos que quieren descubrir el Oasis del Gobi.
Probablemente la Biblia es para los occidentales la que habla el lenguaje más comprensible, por ello le remitimos a una de las antiguas historias, al suceso entre Abraham y Melquisedek. En el capítulo 14 del Génesis, leemos:
Entonces Melquisedek, rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo, sacó pan y vino y, bendiciéndolos, dijo: Dios, el Altísimo, creador de los cielos y de la tierra, bendiga a Abram. Y Abram dio a Melquisedek los diezmos de todo.
Por otra parte, el Maestro Jesús es llamado también sumo sacerdote de la Orden de Melquisedek. El también hizo traer pan y vino y, de la misma manera en que Melquisedek concluyó una alianza con Abram, también puede hablarse de una alianza que puede llevarse a cabo con Jesús el Señor.
Más tarde se habla de Juan, el apóstol del amor, que se encuentra en Patmos y, en la soledad del aislamiento de su alma, se acerca hacia él el Hijo del Hombre, que camina en medio de los siete candelabros de oro y tiene siete estrellas en la mano derecha.
Quien haya comprendido algo esencial de la Fraternidad de Shambhala, reconocerá este lenguaje y la característica del Primero y del Ultimo. La característica del Hombre Original que quiere venir hacia nosotros en el Ultimo Vestigio, para nuestra gracia y con un amor indecible.
Pero volvamos un momento a Abram e intentemos comprender lo mejor posible. ¿Quién era Abram? Es llamado Hebreo, un hijo de Heber. En el lenguaje del transfigurismo quiere decir que es un alumno en la escuela del transfigurismo, del renacimiento.
Abram el Hebreo es el hombre que pasa, que atraviesa de una vida a la otra. En su camino es un avanzado, ya que lleva en sus hombros el manto de la vida nueva. Este manto, el velo de la luz universal, está representado en la figura de su hermano Lot.
El manto de la vida nueva no es, al principio, una posesión inalienable para el alumno en el camino, sino como la subida y la bajada de una boya luminosa flotando sobre las aguas, o como el haz de luz de un faro que ilumina durante un instante la región, para dejarla en la oscuridad en el instante siguiente.
En esta fase, el alumno atraviesa grandes dificultades. En la lucha por la liberación, el manto de la luz universal alterna con la sombría ilusión de la dialéctica, y el alumno debe emprender una lucha interior con el valor de un león para conservar lo que ya ha adquirido.
Por ello leemos que el hermano de Abram es puesto en cautiverio por Kedor‑Laómer. Kedor‑Laómer es "quien propaga la sombría ilusión". Tan pronto como el alumno comprende que esta "sombría ilusión" quiere ahogar la nueva posesión interior que ha conquistado, llama a sus combatientes. Abram lleva a sus trescientos dieciocho hombres para luchar contra Kedor‑Laómer.
Usted comprende que esta fórmula simboliza las doce fuerzas divinas que deben conducir a una nueva creación. El alumno en el camino vive de estos doce alimentos, y cuando los asimila conscientemente, el manto de la vida ya no se aleja de él.
La Enseñanza de la Rosacruz actual es representada perfectamente en esta antigua lucha. ¿No le hemos dicho que para poder revestirse con el verdadero vestido de la vida nueva debe abandonar la realidad esencial de la naturaleza dialéctica, la "sombría ilusión"? ¿Y no son puestas a su disposición las fuerzas para triunfar en este combate?
Si el alumno quiere recorrer verdaderamente el camino y llama a estas fuerzas, nunca se le podrá privar de ellas. Si lucha verdaderamente, también él alcanzará un día el Valle de Save, que es el punto más profundo de la aflicción y de la miseria, el punto más profundo del desgarramiento de su naturaleza.
En este punto más bajo es donde el alumno encuentra al Señor de toda Vida, al Sacerdote de la Orden de Melquisedek, quien, como Ultimo Vestigio de la humanidad original, se encuentra en esta naturaleza enemiga. Este encuentro entre Abram y Melquisedek en el Valle de Save es el mismo que el de Juan el precursor y Jesús el Señor en el valle del Jordán. El Jordán nos transmite el mismo pensamiento que el Valle de Save y exactamente la misma idea que la Isla de Patmos.
Y Melquisedek, rey de Salem, sacó pan y vino y lo bendijo. El manto envuelve al alumno y ya no puede serle arrebatado, ya que el campo de radiación, el manto, la nueva lípika, está ahora en unión directa con el campo magnético del espíritu. El antiguo estado del microcosmos es restablecido en principio; desde este instante el alumno deja de ser un alumno y se convierte en constructor bajo la dirección del Arquitecto divino.
Cuando un alumno es alimentado "con el pan y el vino", según la Orden de Melquisedek, esto significa que tras haber triunfado en su lucha en el campo de vida, el pan dodécuple de la vida universal puede ser asimilado y demostrado como un campo de radiación, como un manto, y que por el vino del espíritu se mantiene inquebrantable como una roca.
En el Atrio de la Rosacruz se administra diariamente la última Cena, es decir que las doce fuerzas de la vida universal, en tanto que pan divino y vino del Espíritu Universal de la Fraternidad, son distribuidos a todos los que se acercan a la Rosacruz.
Y ahora pueden producirse dos cosas: o bien asimilan este don, o el espíritu del vino les embriagará. Una embriaguez que puede llevar literalmente a una borrachera física, a la locura y a la oposición encarnecida. El trozo de pan mojado en el vino forzó a Judas a cumplir su acto.
Muchas decisiones de actuar contra la obra santa, ya sea abierta o secretamente ‑ dependiendo esto del carácter del interesado‑ son tomadas precisamente en el templo. Los dones de la Orden de Shambhala, el pan y el vino, desenmascaran infaliblemente, son como una orden: ¡Lo que quieres hacer, hazlo pronto! Hay pues una cena que lleva a la victoria y una cena que conduce a la derrota, al juicio.
Para confirmar esto pueden recordar la leyenda de Noé. Noé significa lo mismo que Melquisedek, y es muy lamentable que esta leyenda, como muchas otras en la Biblia, haya sido tan mutilada.
Usted sabe que Noé, al igual que lo hacen ahora los Elohim, preparó una nueva posibilidad de vida para los rezagados de una revolución cósmica. ¿Qué hizo Noé en virtud de la misión clásica de los Elohim? Plantar una viña. Y en seguida muchos Noamitas, los discípulos, los que intentan recorrer el camino, se emborrachan en su tienda, es decir, en su microcosmos. El vino del espíritu no se adapta armoniosamente a su campo de vida y en lugar de una iluminación por el espíritu, se produce lo contrario, es decir, un mayor aprisionamiento. ¡Esto es lo que tenemos que decirle!
Por ello es necesario explicar una vez más cómo puede escapar el alumno a esta embriaguez. Puede conseguirlo si, al igual que Abram, realiza el justo combate con trescientos dieciocho combatientes.
En la ciencia sagrada de la transfiguración esta fórmula significa que el alumno en cuestión ha vaciado completamente la conciencia de su alma, su yo personal según la naturaleza, y así muere sistemáticamente según la naturaleza, teniendo como resultado la destrucción total de su vida inferior y la victoria sobre la muerte. Este complicado proceso, comenzado con firme resolución y con coraje, le aporta la victoria sobre Kedor‑Laómer, sobre la oscuridad.
La Fraternidad de Shambhala ‑la cual se manifiesta para nuestra salvación como el Ultimo Vestigio‑ se expresa en nuestra naturaleza con siete rayos, con siete grupos de rayos. No en el sentido de siete escuelas espirituales distintas para las diferentes razas, sino en un sistema de siete círculos séptuples, tal como hemos descrito en el libro "Dei Gloria Intacta”.
Por eso, cada alumno que realiza su camino y llega hasta el Valle de Save, a su Jordán, a su Isla de Patmos, verá y encontrará al Hijo del Hombre, de pie en medio de los siete candelabros de oro y con siete estrellas en la mano derecha. Y este Hijo del Hombre le bendecirá y le reconfortará con pan y vino.
El Señor partió el pan y dijo: "Tomad y comed, esto es mi cuerpo que es partido para vosotros. Haced esto para una unión constante". Tomando a continuación la copa dijo: "Esta es la nueva alianza de mi sangre. Venid y bebed todos. Haced esto para una unión constante. Así, siempre que comáis este pan y bebáis de esta copa, anunciaréis la muerte del Señor hasta que El venga".
Mientras reciba usted este pan y este vino en el Atrio de la Rosacruz ‑y usted lo recibe por el simple hecho de su presencia en el Templo‑ sólo le queda una posibilidad de escapar a la embriaguez y al aprisionamiento: la esencia pecadora de su alma debe morir. Según el ejemplo del Cristo, usted deberá realizar diariamente, en lo más profundo de sí mismo, el perecimiento de su alma natural. Así anuncia la muerte del Señor en su microcosmos.
Si usted quiere recorrer este camino de auto-francmasonería, no se le privará de la corona de la vida. Entonces también podrá pagar el diezmo, como Abram a Melquisedek, es decir, que ofrecerá a la Fraternidad la plenitud total de su ser nuevo y a su servicio escribirá las siete cartas a las comunidades que están en Asia.
Sólo entonces estará maduro para ser un servidor llamado al servicio de la luz.
Jan van Rijckenborgh
No hay comentarios:
Publicar un comentario