martes, 21 de marzo de 2017

Sobre el Festival Wesak y la Meditación. Cap. 1 (V.B. Anglada)



V.B. Anglada
Sobre el Festival Wesak y la Meditación. I

Conversaciones Esotéricas
Vicente. – Durante el Año Solar; o sea, el tiempo que tarda nuestra Tierra en dar una vuelta completa alrededor del Sol, se producen cíclicamente tres acontecimientos que, a la vista del esoterista, tienen una importancia capital, puesto que se trata de tres grandes festivales que, con el tiempo, serán una especie de unificación de la mente y los corazones de los seres humanos.
Se trata primero de la festividad de Pascua, que es una festividad auténticamente cristiana y en donde se exalta la elevación de Cristo o la ascensión a los cielos, tal como se dice místicamente, y que tiene por objeto que la humanidad se dé cuenta de aquella frase sacramental - “Cristo en ti, esperanza de gloria”- en ascensión permanente. El segundo gran festival coincidente con la luna llena de Tauro, es precisamente el llamado festival de Wesak, una fiesta auténticamente oriental en la que se ensalza la gloriosa figura de Buda.

Y no sólo esto sino que así como, por ejemplo, (en) la festividad de Pascua o la exaltación en la luna llena de Aries, se tiene en cuenta un acontecimiento pasado cual es la ascensión de Cristo como dato histórico, el festival de Wesak tiene su importancia porque se trata de un acontecimiento actual, mediante el cual y siguiendo (tal como se dice en los libros santos) los dictados de su corazón, Buda desciende anualmente a la Tierra desde los altos lugares, en donde su elevada concepción espiritual del Cosmos lo ha llevado, a bendecir a todos los seres humanos.
Por lo tanto, como precisamente él en un acto de sacrificio desciende, hablando simbólicamente, puesto que en el espacio no existe arriba ni abajo, pero si podemos decir (que) toma conciencia de un estado que pertenece a los seres humanos y que desde allí distribuye la fuerza cósmica con destino a la Tierra, estaremos en el buen camino de la comprensión.
Es decir, que el acto de hoy que preparará a la humanidad para todo un año de invocación y evocación espirituales, tiene por objeto que la persona humana, la psicología del hombre, llegue a interpretar adecuadamente los ritmos cíclicos del tiempo y a darse cuenta también de que el Universo y el planeta, y todo el contenido planetario son solidarios; que no existe, ni ha existido, ni jamás existirá separación alguna.

Esto es precisamente lo que Buda trae cada año con su celestial bendición: el sentido de unificación, el sentido de comunión, tal como se dice que es la comunión de todos los hombres y mujeres de buena voluntad que están tratando de resolver la incógnita terrible de su vida: ¿Quién soy, de dónde vengo y adónde voy?..., y que, además, tienen presente que todos constituimos parte de una sola humanidad y que únicamente el principio de fraternidad es el que está actuando en la Tierra constantemente aunque no nos demos cuenta.
Y la preparación mística de Cristo ascendiendo a los cielos como dato histórico, y la bendición anual de Buda; es decir, que el festival occidental del cristianismo y el festival oriental del budismo, le dan luz a una nueva concepción de la vida y a un nuevo tipo de festival: el festival que se llama de la Humanidad o de la Gran Invocación, o de la invocación de los seres superiores. Es decir, que la preparación que realizamos durante los tres primeros meses del año a través de las lunas llenas de Aries, de Tauro y de Géminis, será de un ritmo creciente y, con el tiempo, participará de este festival la humanidad entera y ya no sólo una fracción de creyentes de no importa qué religión, ya sea la cristiana o la budista, pues esencialmente, si el hombre es uno con la divinidad, no puede existir en el hombre una clase determinada de religión sin que se atenten los principios de unidad, al menos desde el punto de vista esotérico es así.
Y si existe comprensión desde el principio de vinculación cósmica con todo cuanto existe, entonces la religión tendrá solamente el interés de un dato pictórico dentro de la conciencia que nos servirá quizá de atalaya para ver quizá un poco mejor el camino; pero, realmente, lo que se intenta con los festivales, precisamente con los festivales que están de acuerdo con los principios jerárquicos de ritmos de fuerza o de ciclos de fuerza, como son, por ejemplo, el culto a la divinidad en los momentos cíclicos del plenilunio o cuando se están estudiando por los grandes esoteristas la influencia de las constelaciones sobre el planeta, no solamente como un dato zoológico, sino más bien con un sentido de la vida, de unificación, del cual participa todo cuanto hemos aprendido a través del cristianismo y también las explicaciones budistas a través de lo que significa la redención del hombre.

Se nos dice, por ejemplo, que Cristo vino a traer el amor de Dios, porque en el planeta, si alguien representa con toda genuidad, con la totalidad de su corazón, la plenitud del desapego y la más exquisita de las devociones hacia el Padre, es Cristo; y si algún ser ha habido en la Tierra capaz de interpretar a Dios desde un punto de vista iluminado, ha sido Buda; y teniendo presente que solamente el equilibrio de la razón y del amor, que solamente cuando estén identificados plenamente Oriente y Occidente; y que cuando el hombre, como tantas veces hemos dicho, llegue a pensar con el corazón y a sentir con su mente, se producirá en la Tierra este gran equilibrio que la Jerarquía y Shamballa están esperando desde el principio mismo de lo que es la humanidad.
Así que toda meditación en la cual estamos tratando de hurgar en los destinos cíclicos del tiempo, tratando de resolver la incógnita punzante y dolorosa de toda vida, buscando este equilibrio que debe traernos la paz que no tenemos, que debe hacer que nos desprendamos de la costra de la pasión y del apego y que finalmente nos lleve a adorar en su pureza infinita al Padre del cual procedemos, entonces, toda la concepción histórica de la vida tiene que sufrir una gran transformación. Tiene que existir una razón de ser superior que nos debe progresivamente atrapar por todos los medios, de unificar nuestro corazón y nuestra mente con la mente y el corazón de todos los que nos rodean, para llegar así finalmente a una etapa mística denominada Iniciación o Iluminación, tal es el secreto de síntesis que el hombre trata constantemente de adquirir y de resolver dentro de su mente y su corazón.
La festividad de hoy, de exaltación del aspecto superior del hombre, tratando definidamente de trabajar conscientemente también para el Plan que su Padre desde los altos lugares ha planeado para nosotros, (tratar) de resolver la incógnita de toda vida y (tratar) de crear para la humanidad, testificando la presencia de que “el Cristo en ti, esperanza de gloria”, un arquetipo de tipo superior, es el porqué existen las reuniones de luna llena, para que de esta manera se pueda participar más ampliamente del sentido de la bendición búdica.
Si decimos que Buda desciende a la Tierra siguiendo el imperioso dictado de su corazón, siguiendo uno de los caminos que él ha elegido para servir los planes del Padre eterno (en este caso el Logos Solar); y (si decimos) que la humanidad cada vez va siendo más consciente de esa etapa mística de su propia vida psicológica, y si llega a comprender que la Jerarquía, los seres humanos y el más elevado centro planetario de Shamballa, en donde la voluntad de Dios es conocida, deben llegar a un equilibrio perfecto, se darán cuenta de la importancia de esta bendición búdica, pues Buda, por su elevación, por su sentido exacto, sincrónico, de su voluntad con la Voluntad del Padre, por haber adquirido el poder planetario de emerger de lo más hondo hasta adquirir la certeza de lo infinito; y que desde allí y por el imperio de su propia voluntad, y repito, siguiendo los dictados de su corazón, se sacrifica anualmente para llevar a nosotros, cual un Prometeo nuevo de lo cósmico, la luz de los altos lugares. Es para que la humanidad renueve también, año tras año, su propósito de amar y de servir los planes de la divinidad. Ahí está, que una meditación cíclica, solamente con el objeto de sacudirnos un poco de la modorra de lo que significa el ajetreo de la vida cotidiana; de salir de este ritmo que nos va encadenando progresivamente a esta era técnica que estamos viviendo, o bien, solamente el efecto de la voluntad de ser más consciente cada día de la fuerza viva que le da el imperio sobre las sombras que nos rodean, ya es de sí de importancia capital por cuanto cada meditación, cada acto de veneración o de aspiración superior es ante todo (esto lo venimos diciendo constantemente) un acto de servicio.
Un acto de revelación en nosotros de la Voluntad de Aquél que está más allá y por encima de nosotros.

Esto, ustedes me dirán, y tendrán razón, son palabras.
Palabras que tendrán el significado que cada cual les asigne dentro de su mente y su corazón, (esto no ha de ser así) por más que estuviese convencido de la realidad de este acontecimiento (que realmente lo estoy) sino porque cada persona por su propia ley tiene que comprobar, tiene que experimentar la Voluntad del Padre en su propia vida antes de que no se dé cuenta de cual ha de ser el camino que tiene que seguir.
Y también decir que no basta escuchar ni leer, que no es necesario que la persona sepa mucho esoterismo, porque se le ha dicho que el esoterismo con sus conocimientos puede alegarle más luz y más poder; sino porque el amor que siente por las cosas y el amor que siente por los demás debe ser tan grande que debe tener primacía sobre todo cuanto tiene como contexto psicológico, para de esta manera llegar a penetrar los destinos del Padre, lo cual quiere significar que no se llega al Padre por el propio impulso de la personalidad sino que se llega al Padre por el Hijo, el Hijo es el amor del corazón.
Y si se pone énfasis en que debemos comprendernos los unos a los otros, porque si no hay comprensión no podemos tener un místico sentido del amor, y si sabemos también que solamente por este amor que podamos sentir podemos comprender en su justa y acabada medida la voluntad superior, entonces es cuando penetramos audazmente en el sentido meditativo de la vida. Y cuando estemos en meditación, ya de buen principio estamos educiendo, estamos desarrollando en nosotros una actividad mayor de servicio en conexión con los grandes seres del sistema.

Por lo cual, una meditación sostenida es de contacto siempre con la divinidad; y esto es lo que hay que tratar de buscar, sintiendo mucho en el corazón este inmenso deseo por la fuerza de un propósito superior, y comprender que la Jerarquía es una ley en nuestro universo, de la misma manera que una ley de nuestro universo es el principio hermético de analogía por la cual, si una persona llega a conocerse mucho a sí misma, comprenderá muy bien a Dios, y que cuando los griegos en el templo de Delfos habían puesto aquel axioma de “Conócete hombre a ti mismo”, se le estaba diciendo: “En la medida que te estés reconociendo a ti mismo, estás reconociendo los planes de la Divinidad, y por lo tanto, ya no serás un hombre como los demás; vivirás en el mundo sin ser del mundo”, para ser más exactos y repitiendo las palabras de Cristo. Porque la persona que se auto reconoce en toda su intensidad, se comprenderá en todos sus niveles de actividad y tratará de ser correcto en cada uno de estos niveles. Se dará cuenta también de que siendo la vida una Jerarquía en funciones y que de la Jerarquía se destila el hálito de este Plan que los Maestros conocen y sirven; y que en la medida que sirvamos este Plan se nos ensanchará la visión y será más elevada la perspectiva.
Entonces, llegaremos a una consecuencia de que si realmente en una meditación de Luna llena, en la cual ya de un principio se les dice: “Se trata de un hecho actual el que Buda, el gran Iluminado, desciende por su propia voluntad y siguiendo la ley de su corazón, a la Tierra, procedente de los altos lugares del sistema en donde, por su propia sutilidad, debe estar por su jerarquía, y por la misma Jerarquía en funciones hay un sacrificio que se renueva año tras año para llevarnos el mensaje del Padre”. Pues ante todo, siguiendo la Ley de Jerarquía, sabemos esotéricamente que la Jerarquía de los Maestros con Cristo a la cabeza y Shamballa, en donde “La Voluntad de Dios es conocida”, este lugar más sagrado del planeta, el único que puede servir de intermediario directo es precisamente el señor Buda.
Y que se sobreentiende que cuando descendiendo o, si ustedes prefieren otra palabra, haciendo conciencia en otro nivel superior más asequible a nosotros, renueva año tras año su bendición al mundo, significa no sólo que nos trae una energía propia de la Jerarquía en función de amor, sino que nos trae otra clase de amor desconocido en el planeta: el amor por la justicia o el amor de la justicia que debe hendir, como se dice en los libros sagrados, su espada en las entrañas del cumplimiento planetario. Por lo cual se nos dice, que si la festividad máxima del año es Wesak, o, es decir, la fiesta que celebramos hoy, es porque cada día es más necesaria la voluntad del hombre para que pueda dignificar su amor, que cada vez el amor esté más libre del conjuro del deseo; que si el amor está libre del deseo, automáticamente se convierte en algo superior a lo que entendemos por amor, se convierte en justicia y en cumplimiento, en resolución. Es decir, se convierte en voluntad.
Hasta aquí, separábamos dentro de la conciencia, la inteligencia, el amor y la voluntad, desde el momento en que existe integración, se da uno cuenta que no existe la separación, sino que existen solamente modalidades vibratorias de un solo aspecto. Un solo aspecto que se llama la Voluntad de Dios de manifestarse a través del Universo, utilizando el amor de un aspecto de Sí mismo e interpretando estas cosas del amor en función de inteligencia creadora, por lo cual, hemos visto que existe un proceso de descenso de la divinidad con respecto al ser humano y esto se llama el sentido de descenso del Espíritu Santo. Existe por parte del ser humano una tendencia infinita a seguir los dictados de su corazón y a fortalecer constantemente su mente y su entendimiento, lo cual significa que tiene dos caminos abiertos ante sí: el camino que va recto dentro al corazón y el que asciende hacia arriba a la cabeza, creando así un nuevo tipo de expresión que, podemos decir, es el que va a actualizar el hombre de la Nueva Era.
Todo cuanto estamos realizando en estos momentos de meditación no es ni más ni menos que un deseo infinito del Creador a través de todos y cada uno de nosotros, y en el momento en que se cumple la Voluntad a través de nosotros se define en el hombre el ser realizado, un discípulo de un Maestro, alguien en quien se puede confiar como un testimonio de gracia, y desde el momento en que podemos confiar en un hombre por el testimonio de gracia de su presencia, siguiendo los dictados de que “por sus frutos son reconocidos” (las cualidades de un árbol), entonces sabemos que existen en el planeta actual personas que tienen esta fuerza, este Poder de poder conectarse conscientemente con el Corazón de Dios, y que pueden llevar a la Tierra un cumplimiento planetario para llevarle al mundo aquello que Cristo define con “la sal de la Tierra”.
http://maestrosdecorazones.blogspot.com.es

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